La política tiene vértigo. Mientras el gobierno de Javier Milei es el que sube la altura a todo ritmo con su agenda , el resto se toma de la baranda y observa con cuidado para no marearse. Todos menos el oficialismo esperan la recuperación o el impacto de la economía, tacha los días para que termine el año y transita sin certezas lo que pueda suceder con un 2026 cargadísimo y, quizás, bisagra. Hay una realidad: la crisis se alejó y es hora de que se acomode de una vez por todas.

El asfixiante proceso electoral y sus resultados aún se sienten en el cuerpo de la política: mientras el mileísmo está exultante, acelera a fondo, y explora las relaciones carnales con Estados Unidos para aprovechar la presunta invitación al desarrollo, el resto deambula y mide lo que más le conviene para los

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