Mientras el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, anuncia a bombo y platillo que la alta velocidad ferroviaria alcanzará los 350 kilómetros por hora, Extremadura sigue atrapada en la vergüenza de un tren digno de otro siglo. La diferencia no es pequeña: entre Madrid y Barcelona se recorrerá la distancia en menos de dos horas, y aquí, en nuestra tierra, mejor no hablar de lo que tardamos en llegar hasta la capital española. Es humillante.
No se trata solo de infraestructura: se trata de respeto y justicia. Cada anuncio del ministro es un recordatorio de que Extremadura no cuenta, de que nuestra región puede esperar años y años mientras otros territorios reciben la atención, los recursos y los elogios mediáticos que a nosotros nos niegan. Y él lo sabe. Se permite bro

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