LOS ROMANOS levantaban sus pueblos y ciudades cerca de los ríos porque eran cruciales para el transporte, el comercio y el riego. Utilizaban sus aguas como fuentes para el abastecimiento de la población y para la agricultura, incluso construían presas para controlarla y otros sistemas para dirigirla. Pero en el último siglo, las ciudades les dieron la espalda convirtiéndolos en canales, encapsulándolos en hormigón o relegándolos a simples desagües. Hoy la tendencia es la contraria: renaturalizarlos, devolverles su biodiversidad y convertirlos en pequeñas islas frente a un termómetro que sigue subiendo. Huesca no quiere ser menos y luchará por convertir el Isuela en un símbolo para la ciudad, porque los cauces actúan como corredores ecológicos, dispersan el calor, capturan el agua de

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