Puchi insiste de nuevo en la urgente necesidad (para él) de que el Tribunal Constitucional le levante la orden de arresto , momento en el que podría volver a Barcelona para (intentar) poner orden en el partido, que lo tiene hecho unos zorros: el número de afiliados baja a diario, Miriam Nogueras y Jordi Turull están a matar y, sobre todo, el aliento de Sílvia Orriols en el cogote empieza a resultar francamente molesto y agobiante. No es que se viva mal en Flandes, pero la sensación de no controlar la coyuntura (unida a la necesidad de vigilar a Comín para que no arramble con la cubertería de plata) se le está haciendo insoportable.

Lo cierto es que Cocomocho ya disfrutó de sus 15 minutos de gloria (o sus ocho segundos, mejor dicho) y empieza a estar amortizado, si es que alguna vez

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