1. "Tú, Señor, eres mi esperanza" (Sal 71,5). Estas palabras brotan de un corazón oprimido por graves dificultades: "Me hiciste pasar por muchas angustias" (v. 20), dice el salmista. Pese a ello, su alma está abierta y confiada porque permanece firme en la fe, reconoce el apoyo de Dios y lo proclama: "Tú eres mi Roca y mi fortaleza" (v. 3). De ahí nace la confianza en que la esperanza en Él no defrauda: "Yo me refugio en ti, Señor, ¡nunca tenga que avergonzarme!" (v. 1).

En las pruebas de la vida, la esperanza se anima con la certeza del amor de Dios, derramado en los corazones por el Espíritu Santo (Cf. Rm 5,5).

Dios viviente es el "Dios de la esperanza" (Ro 15,13) que, en Cristo, se ha convertido en "nuestra esperanza" (1Tm 1,1). No podemos olvidar que hemos sido salvados en esta esper

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