Colombia es hoy un país en guerra. No la guerra ficticia contra una armada extranjera ni contra la dictadura vecina que tanto daño nos ha causado. La verdadera guerra —la que desangra silenciosamente al país— es una guerra civil de facto. Y no enfrenta ideologías ni partidos, enfrenta dos naciones incompatibles. La Colombia del Estado y la Colombia del lejano Oeste.
En esta última, que abarca cerca de 700 municipios, no rigen la Constitución ni la ley. No hay jueces, ni autoridades legítimas, ni impuestos regulados. Lo que impera es la justicia del fusil. Grupos armados, que el discurso oficial suaviza como disidencias o autodefensas, legislan, cobran, sancionan y gobiernan sin haber recibido un solo voto. Son miniestados ilegales donde el reclutamiento infantil, las violaciones sistemáti

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