Mientras en las radios se imponía una línea melódica que navegaba entre el romanticismo machista y el costumbrismo, la calle escuchaba tanto a los cantautores como a los hippies progresivos o los emergentes rockeros urbanos
Cincuenta años de 'Qualsevol nit pot sortir el sol', el disco y la canción que convirtieron a Jaume Sisa en “el cantautor galáctico”
Mientras Franco se consumía en la Ciudad Sanitaria de La Paz, el país entero estaba en vilo, pues desconocía si lo que estaba por venir sería peor que aquellos 40 años de represión y ausencia de libertades. En este contexto de grandes incertidumbres, la música se convirtió en uno de los medios favoritos para la ciudadanía para canalizar sus angustias, miedos, quejas y esperanzas, a la par que soñar con un país mejor.
Es por ello que aquel 1975, a pesar de ser España un país gris y atrasado, estuvo lleno de variadas propuestas musicales que viajaban desde lo más convencional, a gusto del régimen, hasta lo más alternativo y contracultural. Ahora bien, no todas estaban disponibles para la mayoría, pues la censura seguía decidiendo quién era digno de aparecer en los canales oficiales. “Los censores determinaban qué canciones se podían poner en la radio y cuáles no: escribían en las portadas de los discos, que solían ser 'singles', la palabra 'radiable' o 'no radiable', explica el historiador Roberto Torres Blanco.
Según una u otra de nominación, “esa música podía sonar para toda España convirtiéndose en un éxito o caer en el más absoluto olvido”, agrega Torres, que ha escrito diversos trabajos sobre la relación entre la canción protesta y la censura en el franquismo. También la historiadora catalana Maria Salicrú-Maltas, autora de un fascinante libro sobre el perfil sociocultural de los censores franquistas, coincide en el poder de la censura para determinar el “billboard español”.
Salicrú explica que “la censura continuaba a la muerte de Franco con toda su ferocidad, porque veían que las canciones protesta cada vez estaban más presentes entre la gente”. “El régimen se daba cuenta de que en aquellos años de lucha en la calle la izquierda había encontrado su canal de expresión en ellas”, agrega. Ambos historiadores confirman que los censores siguieron su actividad de forma implacable hasta 1978.
Y de su voracidad tachando y prohibiendo canciones, nació la multiplicidad de bandas sonoras de aquel 1975 en que murió el dictador. Por un lado, estaban las listas oficiales de la música que sonaba en las radios y aparecía en los programas de televisión. Por otro, la música vanguardista que surgía de la movida layetana de Barcelona –más cercana al jazz–, pero también de la experimentación entre rock y flamenco que practicaba Triana en Sevilla. E incluso un incipiente rock urbano, de alma punk y guitarrera, emergía en los barrios obreros de Madrid.
Y también se imponía, con una aceptación más o menos tácita del régimen, una ola de recuperación del folclore popular que se hibridaba tanto con la investigación etnomusical como con la canción protesta. Precisamente esta última seguía gozando de especial buena salud a través de los multitudinarios conciertos de Raimon, Lluís Llach o José Antonio Labordeta ,entre otros muchos.
Machismo, folk y melodía orquestal en las radios españolas
Un estudio detenido del recopilatorio de la discográfica Ramalama Music titulado Los n.º 1 del Pop español 1975, que recoge las canciones que más sonaron aquel año en los canales permitidos por el régimen, arroja un resultado más o menos homogéneo en el que imperan los cantantes melódicos de voz potente y entonación afectada, los llamados crooners, con títulos más o menos machistas como el A ti mujer de Juan Camacho, el Hueles a noche de amor de Paco Revuelta, el Y te vas de José Luis Perales, o Lorenzo Santamaría y su Para que no me olvides. Y adicionalmente, Hoy tengo ganas de ti de Miguel Gallardo o el Niña no te pintes tanto de Danny Daniel, un tema en el que el cantante gijonés se acercaba a las alegres orquestaciones de los franceses Joe Dassin y Sacha Distel.
Junto a ellos coexistían cantantes folk con canciones de mensaje más o menos neutro –al menos si no se quería leer entre líneas–, como Amancio Prada y su Adios rios, adios fontes, Jarcha y su La copla que está en mi boca o Víctor Manuel y sus Cómicos. También el Cristo de Palacagüina de la nicaragüense Elsa Baeza. Adicionalmente, algunas canciones reivindicativas, que tal vez por estar cantadas por mujeres pasaron la censura, aparecen en el recopilatorio. Tal es el caso de Al alba cantada por Rosa León, el Amor de medianoche de Cecilia o el Secretaria de Mocedades.
También la rumba flamenca halla su acomodo. Ejemplos son el Me sabe a humo de Los Chunguitos o el Soy la que sufre por tu amor de Las Grecas. Y junto ellos, la propuesta poética, alternativa y más elaborada de Lole y Manuel con Nuevo día. Finalmente, se pueden encontrar gamberradas como el Saca el güisky cheli de Desmadre 75, el Bye bye Fraeulein de Micky, el Bimbó de Georgie Dann o temas de avanzadilla disco como el Hi Jack de Barrabás.
De 'la cochambre' a Canet, nacen los festivales de rock
El sociólogo e historiador de la UNED Fernan del Val Ripollés, que obtuvo su doctorado con la tesis Rockeros insurgentes, modernos complacientes: juventud, rock y política en España –en la que aborda el periodo de la transición española–, habla de la música que no sonaba, o lo hacía muy raramente, en las radios o en televisión. Destaca que “es una época en que el rock urbano estaba en ebullición; no estaba presente en las listas, pero sí comenzaba a ganar adeptos”.
El año en que muere Franco, en Catalunya la música layetana, que experimenta con rock, jazz, folk y ritmos latinos, se impone en los clubes nocturnos y fiestas privadas. 1975 es el año en que se edita un disco legendario como el Qualsevol nit pot sortir el sol de Jaume Sisa. También se produce la célebre actuación de Pau Riba en el primer Canet Rock, según Del Val, “el Woodstock español, que puso en relieve la potencia de una música que en ese momento estaba todavía muy alejada de los gustos del español medio”. El festival, organizado a finales de julio en la localidad costera de Canet de Mar, al norte de Barcelona, fue un éxito rotundo. Contó con la participación de grupos tanto catalanes como del resto del estado, como Triana, que triunfaba en todo el país con lo que se dio a llamar el “rock andaluz”.
Pero dos semanas antes, en la plaza de Toros de Burgos, se había intentado un evento similar, aunque con resultado muy diferente. Se bautizó a ese festival de un día como “Cochambre rock” debido a que el diario La Voz de Castilla abrió una de sus ediciones con el siguiente titular: “La invasión de la cochambre. A Burgos le han cambiado la cara; ahora tiene legañas”. Aunque presentó a bandas de todo el país, algunas pioneras como Burning o Eva Rock, fue un fracaso organizativo que llevó a críticos entonces incipientes como Diego Manrique a proclamar que “el rock español aún no tiene poder de convocatoria”. Pocas semanas después, Canet le quitaría la razón.
De Canet, Del Val destaca que fue “un festival no solo de música, sino que acogió toda esa Barcelona underground que ya se estaba desarrollando; todas esas revistas, desde Ajoblanco a Star y Ozono, y también desde Madrid la gente de Triunfo”. Canet es, de este modo, el pistoletazo de salida no solo para la música, sino también para el periodismo musical en España. “Hay un texto muy interesante de Claudi Montaña, que escribía en Vibraciones, que habla de cuando se produce en el Canet y la cochambre, y dice literalmente que el rock está saliendo las catacumbas en España”, apunta el profesor de la UNED.
Finalmente, Del Val destaca la emergencia en Madrid de bandas de rock duro y letras de clase obrera como Burning, que describen la dura vida en los barrios de aluvión de la capital. También cita a formaciones como Fresa, donde militaba Rosendo Mercado, Coz o Ñu, que con el tiempo darían paso a Leño y tantas otras bandas de lo que se llamó el “heavy”. “Fue el Mariskal Romero [productor, locutor y periodista en aquella época] quien supo ver su potencial”, señala el académico, que hace referencia al disco recopilatorio ¡¡Viva el rollo!!, que recogía todas aquellas bandas, que entonces cantaban en inglés.

ElDiario.es Cultura

Raw Story
MSNBC
CNN
RadarOnline