El pasado fin de semana fue de claroscuro para el fútbol venezolano. Fueron dos realidades, dos visiones, así en el fondo sea la misma por ser los dos técnicos representantes de la “escuela contemporánea” de las nuevas concepciones de juego. El viernes (día al que incluimos en el “fin de semana”) ante Australia la Vinotinto fue, por encima de todo, un equipo serio, que nunca perdió el objetivo, para alcanzar una victoria que si bien en la atmósfera internacional no es demasiado importante, para Venezuela sí es un aliento, una bocanada de aire puro, y mal que bien, el nacimiento de una nueva ilusión.
El sábado, ante Corea del Norte Sub-17, el aparente contraste. Y decimos “contraste” si lo vemos desde la simpleza del resultadismo, pero no desde la perspectiva de la confirmación de lo ante

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