Comienzo por develar con crudeza que presumimos de la mejor educación en el mundo hasta que nos toca compararnos. Hasta el preciso momento en que tenemos que contrastar nuestras metas de educación y escolaridad –dos conceptos muy distintos—frente a otros países.

Si, tristemente, esa es nuestra realidad. Se nos ven las costuras por las limitaciones y demás falencias en los indicadores de Calidad Educativa; sobre todo, nuestros desequilibrios quedan reflejados cuando analizamos — por ejemplo– los registros de las pruebas Pisa: Programme for International Student Assessment, es decir, Programa para la Evaluación Internacional de estudiantes, la cual se aplica en estos momentos en 89 países; patrocinada por la Organización para la Organización y el Desarrollo Económico (OCDE).

Ciertamente, a

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