Cuando el 20 de noviembre de 1975 se anunció la muerte de Francisco Franco, en Canarias la noticia no sorprendió a nadie: llevaba días esperándose y muchos hogares siguieron la agonía del dictador casi hora a hora. En las casas hubo alivio e incluso algún brindis de champán , pero en la calle dominó un silencio prudente: luto oficial, misas, banderas a media asta y una presencia policial más visible en las capitales. Aunque el Archipiélago seguía plenamente bajo la estructura del régimen, Canarias llegaba a aquel noviembre inmersa en una transformación profunda . En los barrios populares se consolidaban movimientos vecinales que reclamaban agua, transporte y servicios; crecía la actividad estudiantil pese a la vigilancia; y en los centros de trabajo comenzaban a organizarse los pri

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