Todo mundo le dio la bienvenida a Estefanía de Mónaco a México, la princesa rebelde, la que prefirió cantar pop rock antes que someterse a los protocolos de la realeza, la que prefirió recorrer el mundo antes que encasillarse en el rol de princesa.
Hasta Luis Miguel se rindió a los pies de Estefanía para entregarle una medalla por su participación en el Festival Acapulco de 1991, aquellos años en que este encuentro musical era le más importante del año para la música en México. El Sol de México le dio un beso, le agradeció que hubiera venido a México e hizo gala de su inglés para hacerle un par de preguntas en el escenario.
Pero hubo un lugar a donde la princesa no pudo entrar: el Baby’O, un antro cuya historia ahora se ha documentado en ViX bajo el nombre de “La noche eterna d

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