La lengua es una entidad social y posee, de modo implícito, sus propias normas y desenvolvimientos.
Entonces, la persona escoge si quiere escribir o hablar al garete. El hablante decide en su libre albedrío cómo quiere conducirse lingüísticamente.
Su comportamiento debe atenerse, entonces, a las críticas y demás derivaciones consecuenciales. Es su propia determinación expresiva, para bien o para mal, lo que le proporcionará identificación, características y personalidad en la sociedad.
Cada vez se hace más protuberante e insoportable escuchar a quienes se suponen deben conducir los destinos de la nación -con sentido pedagógico- pronunciar vocablos con desfachatez, trasnocho y antojo, como se les ocurra y viene en ganas.
Tal práctica deleznable se ha ido propagando (y contaminando) entr

TANE TANAE

Primicia
Raw Story