Cada 19 de noviembre, el Día Mundial del Saneamiento nos recuerda algo que rara vez ocupa titulares pero define silenciosamente la calidad de vida de millones de personas: este servicio es un derecho humano esencial y, al mismo tiempo, una deuda global.
Allí donde no hay sistemas adecuados de tratamiento o acceso a sistemas cloacales, se multiplican las enfermedades, se degradan los ecosistemas y se interrumpe la posibilidad misma de desarrollo.
Sin embargo, pocas veces se pone en valor el trabajo humano y el conocimiento técnico que hay detrás de esos sistemas. El saneamiento no es solo infraestructura; es un entramado de saberes que combina ciencia, tecnología, políticas públicas, gestión social y compromiso comunitario. Hacer visible esa red es uno de los grandes desafíos de nuestr

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