H ay gente que definitivamente llega a este mundo conectada con la mala pata y que me recuerda a Lagunas, aquel personaje de Manuel Rojas cuya vida era una oda al infortunio.
Tuve un vecino que formó parte de esa poca envidiable legión de “quemados”.
Con decirles que un día se sentó en un pajar…y se clavó con la aguja.
Era un vecino de esos inolvidables. En él habían venido a acumularse las desilusiones y amarguras que pueden bastar para colmar tres o cuatro vidas corrientes. Y es que el destino no es precisamente un modelo de equidad cuando se pone a repartir sinsabores.
Con una guirnalda de hechos desfavorables, mi amigo se transformó en un tipo agnóstico primero; y ateo, después.
Al cabo de un tiempo se transformó en supersticioso. Hasta lo llegué a entender porque -después de to

La Prensa Austral
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