Ser «hombre de a caballo» es un componente esencial de la identidad llanera. El llanero es, ante todo, un jinete experto y su destreza sobre el caballo define su prestigio, y ese contacto diario entre el llanero y su caballo forja una relación de confianza y afecto,

en la que el caballo es considerado un amigo fiel y confidente al que el llanero quiere y cuida como parte de su familia.

Ese caballo criollo, que toma forma emblemática en nuestros llanos, es descendiente directo de los caballos de sangre española traídos a nuestro territorio en la época de la conquista y colonia, el mismo que con el correr de los años se convirtió en la extensión del llanero, en su brazo derecho para enfrentar la faena diaria a sabana abierta.

En su evolución, ese “pura sangre ancestral” se convirtió en el

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