Vivimos agotados. Pero no agotados de trabajar o de madrugar, que también, sino agotados de mirar cosas. Agotados de tener siempre algo pendiente: la serie que tienes que ver, el libro que te va a encantar , el podcast que no te puedes perder, el concierto que es histórico... Un día descubres que la cultura, que era un refugio, ahora te genera estrés. Otra cosa más para tachar de una lista infinita.
Nos hemos convertido en consumidores de cultura por obligación moral . Vemos series por miedo a los 'spoilers', escuchamos discos para no quedar fuera de la conversación, vamos al teatro casi como quien va al gimnasio, porque es lo que toca en este momento. Hasta el ocio lo hemos organizado como si tuviéramos un jefe dentro de la cabeza.
No es casualidad. Vivimos rodeados de estímulo

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