Thuto Pulane acababa de terminar unas prometedoras prácticas en marketing cuando perdió 13 kilos en dos meses y empezó a toser flemas verdes.

Cada vez estaba más débil y decidió acudir a una clínica cercana en busca de ayuda tras regresar a casa de un viaje familiar. Resultó que Pulane tenía la enfermedad infecciosa curable más mortífera del mundo, una sobre la que recordaba haber aprendido en la escuela: la tuberculosis.

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A la joven le dijeron que el tratamiento estándar sería un ciclo de seis meses de antibióticos y que correría el riesgo de contaminar a su hermano, que comparte casa con ella en la ciudad de Rustenburgo, al norte de Sudáfrica.

“Me sorprendió, pero también

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