domingo 23 de noviembre de 2025 | 6:00hs.
Nunca la humanidad ha disfrutado de tanto bienestar material ni de tanta desesperanza moral. Es la diabólica paradoja en la que vivimos. Nuestras economías crecen, la pobreza se reduce a pasos agigantados en todo el planeta y la tecnología multiplica nuestras posibilidades de creación, comunicación y comercio, pero, cuanto más llenos de cosas estamos, más sensación de vacío tenemos. En las democracias avanzadas, sobre todo pero no solamente, nos sentimos más solos, más desconfiados y más descreídos que nunca. Hay un misterioso desacople entre las condiciones materiales y la salud espiritual.
Los datos de las encuestas, a ambos lados del Atlántico, son abrumadores. La soledad, tanto la objetiva de vivir solos como la subjetiva de sentirse solos, s

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