La médica Luciana Hourcade entra al quirófano , saluda, se acomoda la cofia de las chicas superpoderosas, busca en la playlist de rock nacional un disco de Gustavo Cerati y empieza a operar. No tiene rituales, ni otras ceremonias: sólo confía en el trabajo en equipo. Unas horas después, saldrá del quirófano compartiendo la ilusión con sus pacientes: no se trata solamente de que la fractura sane, sino de que puedan recuperar las pequeñas e inmensas posibilidades cotidianas que nos regala la vida.

Estaba terminando la secundaria en el colegio Don Bosco cuando le hicieron un test vocacional que la envió derecho a la Facultad de Medicina . Hasta entonces, tenía el sueño de participar en misiones humanitarias en otros continentes. A los pocos meses se dio cuenta que no precisaba de tant

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