Cada 25 de noviembre volvemos a recordar algo que nunca debería olvidarse: la violencia de género no es un problema individual, sino una herida social que atraviesa generaciones. Como psicóloga, acompaño a muchas mujeres que llegan con un mensaje común: «No supe cuándo empezó, pero un día me di cuenta de que ya no era yo».
La violencia de género rara vez comienza con un golpe. Empieza mucho antes: en la desvalorización constante, en el miedo a expresar una opinión, en la necesidad de justificarse por todo. A veces, el malestar llega disfrazado de celos interpretados como amor o de control justificado como preocupación.
El impacto emocional de la violencia puede ser profundo y duradero: dudas sobre el propio criterio, culpa, aislamiento, miedo a la reacción del otro... Todo esto forma p

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