Era el rey de los cielos y, para estar a tono con el título, su vuelo final fue pensado y ejecutado para que pareciera el recorrido de la carroza mortuoria y el cortejo fúnebre de un monarca llevado hasta su destino final. El miércoles 26 de noviembre de 2003 , el avión supersónico Concorde G-BOAF, de British Airways, apuntó a la pista y aterrizó suavemente en la pequeña terminal aérea de Bristol Filton, en el suroeste de Inglaterra, como escala final antes de ser trasladado al Museo de Aviación. Así, discretamente después de mucha pompa, el avión más lujoso, rápido y glamoroso del mundo daba sus hurras finales luego de más de tres décadas de atravesar el Atlántico en los vuelos de menor duración de la historia de la aviación comercial, uniendo París y Londres con Nueva York. La cere
El último vuelo del Concorde: el triste final del avión más rápido del mundo y la tragedia que lo convirtió en una pieza de museo
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