A poco más de una hora de Tarragona se encuentra Vimbodí i Poblet, un pequeño municipio que concentra siglos de historia y patrimonio en un espacio relativamente reducido. La localidad está marcada por la presencia del monasterio de Santa María de Poblet, cuya influencia se refleja en la configuración urbana y en la vida cotidiana de sus habitantes a lo largo del tiempo. Más allá de la arquitectura, la zona combina cultura y paisaje, ofreciendo un entorno donde la historia y la naturaleza se entrelazan.

Poblet forma parte de la llamada Ruta del Cister, un itinerario que conecta los tres grandes monasterios cistercienses de Catalunya: Santes Creus, Vallbona de les Monges y el propio Poblet. Este recorrido de más de 100 kilómetros permite recorrer un territorio que mantiene intacta la huella medieval, combinando visitas a edificaciones históricas con paseos por bosques, campos y sierras de interior. Cada monasterio aporta una perspectiva distinta: mientras Santes Creus muestra su monumentalidad y Vallbona de les Monges refleja la vida monástica femenina, Poblet se distingue por su vínculo con la historia de la Corona de Aragón y por su estatus de Patrimonio de la Humanidad.

El recorrido de la Ruta del Cister es más que un viaje arquitectónico, es una forma de adentrarse en el legado espiritual, artístico y cultural de la región. Cada monasterio ofrece elementos únicos que evidencian la influencia de la orden cisterciense en Catalunya, desde el diseño de las iglesias y claustros hasta los espacios de vida monástica y los conjuntos artísticos que aún se conservan. La ruta permite apreciar cómo estos cenobios han marcado la historia de sus comarcas, ofreciendo además experiencias de contacto con la naturaleza y con el patrimonio rural que los rodea.

Monasterio de Santa María de Poblet y Vimbodí i Poblet

El monasterio de Santa María de Poblet, se fundó en 1150 gracias a la iniciativa de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, y a la comunidad de monjes cistercienses. Aunque la fundación es del siglo XII, gran parte de lo que podemos ver hoy data del siglo XIV. Desde entonces, el monasterio se convirtió en un centro clave para la Corona de Aragón y también en panteón de varios de sus reyes, como Alfonso el Casto, Jaime I el Conquistador, Pedro el Ceremonioso o Martín el Humano.

El corazón del monasterio es la iglesia de Santa María. Tiene tres naves y un transepto, con un ábside que permite que los peregrinos puedan caminar alrededor mientras se celebra el culto. También cuenta con varias capillas radiales y una bóveda apuntada que da altura al espacio principal. Justo al lado está el refectorio, donde los monjes se reunían para comer, siguiendo un diseño coherente con el resto del conjunto, pensado para que todo funcionara de manera práctica y ordenada según la regla del Cister.

Entre la iglesia y el refectorio se encuentra el claustro, un espacio cuadrado de estilo gótico que organiza el acceso a las principales dependencias. En el ala este está la sala capitular, donde los monjes se reunían para leer las normas, hablar de cómo se gestionaba la vida diaria y decidir sobre cuestiones internas del monasterio. Todo el conjunto está protegido por tres murallas concéntricas y varias puertas que conectan con diferentes zonas; destacan la puerta Daurada, del siglo XV, y la puerta Barroca, del siglo XVII, que permiten acceder a la basílica y a otras áreas del monasterio.

Además del valor histórico, Poblet conserva un patrimonio artístico relevante. Allí se puede ver el retablo del altar mayor, de alabastro blanco y estilo renacentista, la Capilla de San Jorge y el Palau del Rei Martí, que hoy funciona como museo con piezas de arte sacro. En 1991, la UNESCO reconoció su importancia y lo declaró Patrimonio de la Humanidad, lo que lo convierte en el monasterio cisterciense habitado más grande de Europa.