Las tortugas recién nacidas que emergen de la arena inician de inmediato un trayecto que puede prolongarse durante gran parte de su vida. Ese desplazamiento a través del océano forma parte de un ciclo migratorio que cubre miles de kilómetros y exige un sistema de orientación extremadamente preciso.
La tortuga boba dispone de un mecanismo interno que le permite moverse con eficacia en aguas abiertas, guiada por señales magnéticas que proceden del planeta. Este sentido, adquirido desde el nacimiento, la mantiene en rumbo y le ofrec e información sobre su posición relativa en el ma r. La capacidad de detectar la dirección y la ubicación actúa de forma simultánea, lo que garantiza el éxito de cada generación en su retorno a las zonas donde desovan.
Los experimentos prueban la conexión entre las partículas de magnetita y la orientación
El estudio más reciente publicado en Journal of Experimental Biology por un grupo de investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill confirma que las tortugas bobas sienten los campos magnéticos y ajustan sus movimientos en función de esa sensación. El hallazgo demuestra que las crías utilizan esa sensibilidad para determinar su posición en el océano y orientarse a lo largo de las rutas migratorias. El equipo de trabajo consiguió esta evidencia después de analizar las reacciones de ejemplares recién nacidos expuestos a variaciones del campo magnético, observando cómo su respuesta física se modificaba tras recibir determinados estímulos.
Los experimentos incluyeron la aplicación de pulsos magnéticos potentes destinados a interferir temporalmente con la capacidad sensorial de las crías. Los investigadores querían comprobar si esos estímulos alteraban su comportamiento frente al campo magnético que reconocían. La hipótesis principal sostenía que, si la orientación dependía de partículas de magnetita integradas en sus tejidos, la manipulación del campo debía afectar a la respuesta . La observación posterior confirmó un descenso en los movimientos característicos que las tortugas ejecutaban al detectar el campo, lo que indicaba una relación directa entre ambos fenómenos.

Los científicos consideraron que el modo en que los animales perciben el magnetismo puede dividirse en dos mecanismos distintos . Uno se basa en moléculas sensibles a la luz que permiten ver el campo, mientras el otro depende de estructuras internas que reaccionan ante su fuerza. En el caso de la tortuga boba, ambas vías parecen coexistir , pero la investigación se centró en determinar cuál de ellas facilita la lectura del mapa magnético. La reducción de las respuestas físicas tras el pulso sugiere que las partículas de magnetita desempeñan un papel esencial en ese proceso de orientación .
Un entrenamiento con comida permitió confirmar la respuesta magnética
El trabajo con los ejemplares jóvenes requirió un entrenamiento específico. Las crías aprendieron a relacionar la sensación del campo con la presencia de alimento mediante un proceso de refuerzo positivo. Según explicó Alayna Mackiewicz , estudiante de posgrado y autora principal del estudio, “son muy sensibles a la comida y se muestran dispuestas a girar cuando creen que hay posibilidad de alimentarse”. Durante dos meses, el equipo adiestró a ocho tortugas para que reaccionaran al campo registrado cerca de las islas Turcas y Caicos y a otro grupo para que lo hiciera frente al de la zona de Haití .
Una vez completada la preparación, cada ejemplar fue colocado en un dispositivo metálico que emitía un pulso magnético de gran intensidad. El objetivo era alterar de manera temporal el sentido táctil que podría permitirles detectar las variaciones del campo. Tras la exposición, las tortugas fueron introducidas nuevamente en el entorno magnético que habían aprendido a reconocer. Los investigadores registraron una disminución evidente en el comportamiento giratorio asociado a la expectativa de comida.
Los resultados demuestran que el mapa magnético que guía a las crías se basa principalmente en la capacidad de sentir el campo terrestre . A la vez, el sentido visual complementa esa información y les indica la dirección general de desplazamiento. La combinación de ambos sistemas convierte a la tortuga boba en uno de los ejemplos más precisos de orientación natural dentro del reino animal.
Los científicos prevén que este conocimiento sirva para comprender mejor los movimientos migratorios de otras especies marinas y para diseñar medidas de protección más eficaces ante los cambios del campo magnético global .

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