Un tiroteo en el centro de Washington ha dejado a dos reservistas de la Guardia Nacional de Virginia Occidental en estado crítico. El ataque ocurrió cerca de la Casa Blanca, a las 14:25, en la entrada de la estación de Metro de Farragut West, un área frecuentada por personal militar. El atacante, descrito como un hombre con barba y sobrepeso, abrió fuego a quemarropa. Los reservistas intentaron protegerse mientras agentes federales y policías se lanzaban sobre el tirador, quien fue reducido y trasladado a un hospital. La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, calificó el incidente como “un tiroteo dirigido”. Un portavoz policial indicó que, por el momento, se cree que fue un ataque de un solo individuo, un “lobo solitario” que logró causar caos en una de las zonas más vigiladas del país. Este tiroteo se produce en un contexto de despliegue militar en la ciudad, ordenado por el presidente Donald Trump en agosto, tras declarar una emergencia por crimen. Trump había afirmado que la presencia de más de 2.300 guardias nacionales había reducido la delincuencia en la capital. Sin embargo, el ataque ha puesto de manifiesto que incluso los soldados en patrullaje pueden ser blanco de agresiones. El sospechoso del tiroteo ha sido identificado como Rahmanullah Lakanwal, un ciudadano afgano de 29 años. En respuesta al ataque, el secretario de la Guerra, Pete Hegseth, ha ordenado el envío de otros 500 efectivos a la ciudad. A pesar de una reciente decisión judicial que limita el uso de la Guardia Nacional para el control del crimen sin el consentimiento del Distrito de Columbia, el presidente ha continuado con el despliegue. La alcaldesa Bowser, sin poder legal para detenerlo, ha acatado las órdenes. El director del FBI, Kash Patel, confirmó en el lugar que los reservistas no han fallecido, aunque su estado es crítico. La confusión sobre su condición generó tensiones, ya que el gobernador de Virginia Occidental, Patrick Morrisey, inicialmente había informado de su muerte. La Casa Blanca activó la alerta roja tras el tiroteo, aunque posteriormente la rebajó a naranja, manteniendo al Servicio Secreto en estado de alerta. La investigación sigue abierta mientras Washington enfrenta una tensión inusitada, evidenciando que, a pesar de la presencia militar, la capital sigue vulnerable a este tipo de ataques.