Existe cierto consenso entre politólogos, economistas y demás científicos sociales que el Perú es un país sobrediagnosticado. Se sabe que la informalidad, el bajo nivel educativo y la progresiva destrucción de las instituciones están en la raíz de nuestros problemas. Aún así, la discusión continúa porque el cruce de ideas permite enriquecer posturas (eventualmente envejecerlas) o hallar nuevas soluciones.

Lo mismo ocurre con el fútbol.

Últimamente, pareciera que debatir no es posible. Y que Ricardo Gareca, el principal artífice de nuestra mayor alegría futbolística de los últimos 40 años, no tuviera derecho a opinar, ni mucho menos defender su trabajo.

No sorprende que en nuestro país se ataque o minimice a quien tenga un punto de vista discrepante. Vivimos en una época en donde se meno

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