Durante décadas, el avance de la química y el deseo de distinción social llevaron a la aristocracia y a la burguesía europea a adoptar una tendencia peligrosa sin saberlo. Papeles pintados, vestidos de gala, cortinas y hasta dulces infantiles lucieron un verde vibrante que, oculto tras su elegancia, portaba un mortal secreto.
El llamado verde de Scheele —protagonista de una moda apasionante— marcó de manera silenciosa una era de envenenamientos y muertes dentro de los mismos hogares que celebraban el progreso.
El descubrimiento que deslumbró a Europa
El punto de partida de esta historia está en 1775, cuando el químico sueco Carl Wilhelm Scheele consiguió sintetizar un pigmento combinando arsénico y cobre, obteniendo así una tonalidad esmeralda intensa y resistente.
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