Conocí al diablo en México y me lo presentó Raúl García Zárate . Con él cambió toda la historia de la guitarra. Los españoles la habían traído al Perú para que ella domesticara a la gente de aquí, pero terminó transformada, mestiza y fervientemente andina.

Raúl García y yo estábamos en México por invitación de Chabuca Granda quien había convocado a unos cincuenta artistas para realizar una embajada cultural en ese país. La autora de “La flor de la canela” esperaba retribuir, de esta manera, la ayuda que el país hermano nos había dado durante el terremoto de 1970.

Permanecimos, más o menos, un mes y medio. Raúl le puso música a un cuento mío llamado “Toro”, en el que un hombre escapa de su persecución y se convierte en un danzante que ejecuta los ritmos peruanos de los lugares por don

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