En Estambul el tráfico es el de siempre. “Y hoy es incluso peor, está el Papa por aquí”, comenta un policía junto a la delegación apostólica, donde el Pontífice pasa su primera noche en Turquía. La gente sigue su camino sin inmutarse por Cumhuriyet, la larga arteria del barrio de Şişli que desemboca en la plaza Taksim. En un país con apenas 34.000 católicos, la visita de León XIV se percibe más como la de un jefe de Estado extranjero: los carteles que dan la bienvenida a “su santidad Pope Leo XIV” hay que ir a buscarlos.

Lo cierto es que desde la calle ni siquiera se ve la catedral del Espíritu Santo, que mañana acogerá al Papa. Su fachada queda oculta en el patio interior de un colegio. “Aquí no se pueden exhibir símbolos religiosos, sobre todo los nuestros”, explica el salesiano Nicola

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