CIUDAD DE MÉXICO, 27 de noviembre de 2025.- María pasó cuatro años en la universidad, obtuvo su licenciatura con honores y guardó cuidadosamente su diploma en un marco dorado. Cuando llegó a su primera entrevista laboral, el reclutador apenas miró el título. En cambio, pasó los siguientes treinta minutos preguntándole sobre sus competencias reales: ¿qué plataformas de programación domina? ¿Ha desarrollado proyectos específicos? ¿Posee certificaciones técnicas verificables? María no tenía todas las respuestas y descubrió, con sorpresa desagradable, que su experiencia no coincidía con lo que esperaba el mercado. Su caso no es excepcional: representa un cambio profundo que está redefiniendo tanto la educación superior como la forma en que las organizaciones buscan talento.

La brecha entre

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