Comenzaron levantando vallas en los campos de fútbol; durante un tiempo reforzaron el cerco con redes en los fondos de los estadios; continuaron implantando la ley seca en todo el recinto menos en el palco; establecieron unos registros para acceder a la localidad más estrictos que los de un aeropuerto; ordenaron la incautación de bufandas, gorros y camisetas dependiendo de colores o eslóganes; instalaron cámaras que huelen lo que fumas y leen lo que gritas; y, por terminar, retiraron de la grada banderas que no les gustaban. Pese al intento de transformar un estadio en un teatro, el aficionado sigue acudiendo en masa a los partidos.

Pero ese plan de encorsetamiento de la grada tiene una vuelta de tuerca más: ahora también deciden lo que puedes cantar o no. Esta semana, el diputado de EH B

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