Siempre es fascinante advertir cómo la música de Mahler produce tanta compenetración en los públicos. Algunas veces es emocional (gloria y muerte se superponen), otras cognitiva (¿cómo resolverá este pasaje, esta transición?), otras corporal (resuena en texturas distintas). Probablemente sea también una compenetración espacial, como cuando en la sala se escucha música que nadie interpreta, que parece venir del “más allá”; y quizás sea compenetración temporal, como cuando una irrupción —sorpresiva siempre pero anticipable— cambia la marcha del continuum.

En el extraordinario CEAC, la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, conducida por Ira Levin, el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, bajo dirección de Juan Pablo Villarroel, la mezzo Javiera Barrios y la soprano Camila Romero, interp

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