Ya lo expresaba Alekhine: “El ajedrecista debe ser mezcla de asceta y ave de rapiña”. Tan sólo un parpadeo en la posición y la visión de falcónida de Nodirbek Abdusattórov, que marcha en forma imparable a la corona del Chess London Classic y a su inevitable reincoporación en el grupo de los diez mejores grandes maestros del planeta, desgarra el juego de Sam Shankland con movimientos de una exactitud admirable.

La estrategia se convierte en táctica demoledora; picotazo tras picotazo. Del tablero brota una sinfonía bélica, dirigida con maestría y sin misericordia. Una filigrana en su final. Abdu cerró las líneas, aisló dos piezas blancas en flanco dama, sacrificó una torre en el centro y lanzó un fulminante y brillante ofensiva sobre el peón h3 que remató con red de mate.

Se desprende en 1

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