Mientras veía el lienzo repleto, pensaba en Mazatlán y en lo que podríamos vivir si nuestra ciudad abrazara la charrería con la misma fuerza, con la misma claridad y el mismo respeto.

Hay días ordinarios que se olvidan al anochecer, y hay otros, muy pocos, que se quedan prendidos a la memoria como si fueran parte de una historia mayor. El sábado pasado fue uno de esos días y no porque un toro me pasara volando por cabeza (eso se los platico después), sino porque charreamos con el equipo del Rancho El Alazán, encabezado por mi amigo Manuel Rivera, en el Lienzo “Los Tres Toños”, en Tepic, Nayarit; fuimos invitados por Antonio Echeverría y su familia, y nunca se trató de una charreada más en el calendario, desde que llegamos se sentía que algo distinto estaba por ocurrir.

El aire tenía esa

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