Ricardo Toro nació y creció en el barrio Saavedra de Comodoro Rivadavia, un lugar que en los años ’80 —según recuerda en entrevista con El Patagónico — estaba “totalmente desconectado del resto”. Allí, entre calles de tierra y colectivos que pasaban cada tanto, comenzó una historia que hoy lo convierte en compositor, pianista y arreglador radicado en Buenos Aires.

Su acercamiento al piano no tuvo plan ni explicación racional. “No tengo idea cómo surgió. De repente dije de chiquito, a los tres o cuatro años: ‘quiero estudiar piano’”, cuenta. Su primera maestra fue Irma de Lobo, una vecina del barrio que daba clases. A los cinco años empezó a estudiar con ella y el piano se volvió su forma natural de jugar. “Mi mamá me escribía las notas porque yo no sabía escribir. Yo daba vueltas alrede

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