Se publica ‘Hansel y Gretel’, un cuento que el maestro del terror contemporáneo escribió para acompañar unas ilustraciones del mítico dibujante de monstruos

Instrucciones para versionar (bien) un cuento de hadas

Es habitual que muchas obras literarias, desde clásicos a piezas breves desconocidas de grandes autores, vuelvan a las librerías en forma de libro ilustrado. Las ilustraciones no se limitan a decorar el texto, sino que lo complementan, dialogan con él de tal modo que el lector se sumerge en una experiencia distinta al leerlos. Porque cada creador le aporta una mirada subjetiva, única, y el lector ya no solo descubre la del escritor, sino que debe prestar atención también a lo que ha visto el ilustrador en esas mismas palabras.

Ese suele ser el proceso: primero el relato y luego las imágenes; o, si acaso, ambos a la vez, cuando escritor e ilustrador pueden avanzar de forma sincrónica. El dibujante, por bueno que sea su trabajo, queda un tanto relegado, su nombre siempre por debajo en la cubierta, en ocasiones más pequeño que el del escritor, aunque a menudo lo que empuja al público a elegir esa edición en concreto son las ilustraciones, que lo convierten en un ejemplar de lujo, de esos que las librerías no devuelven al distribuidor enseguida porque son idóneos para regalar, y lo seguirán siendo en los años sucesivos.

La noticia es que, a veces, el proceso se invierte. Un ilustrador logra tanto prestigio que deja de ser el subordinado, y son los juntaletras los que quieren escribir para él. Incluso juntaletras con legiones de lectores, que no tienen necesidad (ni económica ni creativa) de sumar esta experiencia a su currículo. Ese es el origen de la nueva edición de Hansel y Gretel (Lumen, 2025, trad. Darío Zárate Figueroa), para la que nada menos que el rey del terror, Stephen King (Portland, Maine, 1947), ha versionado este cuento ex profeso para complementar unas ilustraciones del añorado Maurice Sendak (Brooklyn, Nueva York, 1928-Danbury, Connecticut, 2012), autor de Donde viven los monstruos (1963).

Afinidades electivas

“Cuando me preguntaron si me interesaba escribir una nueva interpretación de Hansel y Gretel adaptada (con libertad) [a los dibujos de Maurice Sendak], claro que me interesó. Nada más ver las imágenes, decidí intentarlo”, explica King en la introducción al álbum. Las ilustraciones formaban parte de la escenografía y el diseño de vestuario que Sendak había creado para la ópera del compositor Engelbert Humperdinck basada en el cuento. Como sucede con más frecuencia de lo que se cree, este libro se debe, antes que a nadie, al equipo editorial que tuvo la idea de rescatar esas imágenes de ese ámbito restringido y pensar en un autor como King para insuflarles una nueva vida.

La sinergia Sendak-King va mucho más allá del reclamo comercial: salta a la vista, por poco que se les conozca, que existe una afinidad artística entre ambos. Sendak, aunque ilustró todo tipo de libros, se hizo célebre por su imaginería oscura del universo infantil, con esas ilustraciones de monstruos y, en el caso de este Hansel y Gretel, con una bruja perversa, un bosque oscuro asfixiante y una casa de caramelo con un rostro demoníaco. En cuanto a King, lleva más de medio siglo ganándose el calificativo de rey del terror; nadie como él para escribir sobre niños que caen en las garras de seres malvados.

El propio autor de Maine lo confirma: “En cierto modo, he pasado gran parte de mi vida escribiendo sobre niños como Hansel y Gretel”. También reconoce la huella de Sendak, tanto en su obra, que lo inspiró para más de un trabajo, como para su propia vida, puesto que eran sus cuentos, populares entre los años sesenta y ochenta, los que el matrimonio de Stephen y Tabitha King leía a sus hijos cuando eran pequeños. “Estoy seguro de que hay por ahí muchos padres boomers […] que se ven reflejados en nosotros y se alegran de poder leerles a sus nietos algo más de Sendak”, añade a propósito de esta edición.

Terror y literatura infantil

Para un adulto, la esencia macabra de los cuentos populares en su versión original no es ninguna sorpresa. En cambio, hace tiempo que se instauró la costumbre de dulcificarlos para los niños, y no solo a través de Disney, aunque su maquinaria comercial tenga más impacto, sino mediante cualquier cuento con dibujos de brujas de mejillas sonrosadas y final feliz sin demasiados contratiempos. El Hansel y Gretel de King y Sendak también llega a buen puerto, pero el camino es tan lúgubre –en lo visual y en lo lingüístico– que conserva en buena medida el espíritu de la versión recogida por los Hermanos Grimm.

“Para mí, esa es la esencia de este cuento y, en realidad, de todos los cuentos de hadas: un exterior luminoso, un centro oscuro y terrible, y unos niños valientes e ingeniosos”, reflexiona King. Tal vez hay adultos que recelan de la idoneidad de este tipo de cuentos para los niños, pero lo cierto es que en la infancia siempre ha existido una fascinación por el terror, por lo desconocido. Ponerlos frente al peligro, en el marco seguro de la ficción, puede contribuir a canalizar el miedo, a prepararlos para afrontar las situaciones duras que les departe el futuro, como la muerte, el desamparo o las malas intenciones.

Para mí, esa es la esencia de este cuento y, en realidad, de todos los cuentos de hadas: un exterior luminoso, un centro oscuro y terrible, y unos niños valientes e ingeniosos

King también describe el arte de Sendak como “luminoso por fuera y oscuro por dentro. O viceversa”. ¿No es, acaso, una definición precisa de la vida? Los cuentos, y con ellos las ilustraciones de ese gran artista que fue Sendak, siguen interpelando al lector porque se ocupan, en el fondo, de emociones que todos conocemos, generación tras generación. Se ocupan del abandono, la soledad, la envidia, el miedo, los abusos, el trauma. Con un poco de suerte, de la superación, la solidaridad, el afecto. Hay un aprendizaje, y mucho más complejo e interesante que el condescendiente “No aceptes caramelos de extraños”.

En una época de niños que crecen sobreprotegidos y la censura sobrevuela la industria de la literatura, con especial saña cuando se trata de libros dirigidos al público infantil, esta nueva versión de Hansel y Gretel es una declaración de intenciones. Es la apuesta por dos creadores únicos, subversivos, con un imaginario nada sospechoso de sumisión o ínfulas de adoctrinamiento. Las licencias que se toma King en la adaptación resultan bienvenidas porque funcionan en su concepción del relato. Solo queda que los adultos estén a la altura de la propuesta y traten a los niños con la inteligencia, el respeto y el cariño que destilan las páginas de este tándem sensacional.

Nota: Hansel y Gretel (Lumen, 2025) se recomienda para lectores a partir de 5 años.