S i imaginamos la blockchain como un amplio océano de datos, la mayoría de nosotros seríamos pequeños peces que desplazan sumas menores, pero, entre estas aguas se mueven gigantes que pueden cambiar el curso del mercado con un solo movimiento. Y claro, siguiendo esta analogía, se les llama ballenas, y sin dudas, son leyendas.
Uno de los aspectos más interesantes de esta tecnología es que su libro mayor es público, por lo que cualquiera con acceso a internet puede seguir las direcciones con más fondos, pero descubrir quién realmente posee esa dirección es otra cuestión.
Esta transparencia muestra cómo se reparte la riqueza en el sistema en tiempo real. Al convertir el valor del Bitcoin en dólares y sumar el patrimonio de estas direcciones, las cifras son astronómicas, muchas veces superando el presupuesto anual de pequeños países.
La fortuna estática de Satoshi Nakamoto
Si tienes algo de conocimiento sobre el Bitcoin, ya te podrás imaginar que en la cúspide de esta pirámide de riqueza se sitúa Satoshi Nakamoto. El protocolo minó miles de bloques en los primeros días de la red, cuando la dificultad era baja y no había competencia. El análisis forense de la cadena de bloques indica que Nakamoto tiene alrededor de 1,1 millones de Bitcoin en miles de billeteras nunca antes tocadas.
Mientras los fundadores de las empresas más exitosas del mercado constantemente están vendiendo acciones o diversificando su riqueza con el tiempo, las monedas de Satoshi (una de las personas más ricas del mundo , en teoría) han estado estáticas durante más de una década.
De hecho, esta falta de actividad por parte de Satoshi ha llevado a muchos a creer que las claves privadas se perdieron para siempre o que el creador destruyó su acceso para así asegurar la descentralización del proyecto, lo que, de ser así, sería uno de los actos más altruistas que podamos conocer.
Sea cual sea la realidad, la existencia de este tesoro inerte crea un elemento adicional de escasez, disminuyendo la oferta disponible para el resto del mercado.
Las instituciones y los fondos de inversión
Durante años, las ballenas eran casi exclusivamente geeks o early adopters que apostaron por el código cuando nadie más lo hacía. Sin embargo, este panorama ha cambiado con el tiempo, hasta el punto de que hoy las más ricas direcciones son propiedad de corporaciones públicas y fondos de inversión que manejan el dinero de millones de clientes.
Un ejemplo de ello es la empresa de software MicroStrategy, que hizo una estrategia corporativa agresiva para transformar su tesorería en Bitcoin. Mientras que otras empresas atesoran dólares o bonos del tesoro, esta firma acumuló cientos de miles del activo digital, convirtiéndose en uno de los mayores poseedores corporativos del mundo.
Igualmente, la aprobación de los ETF en Estados Unidos abrió la puerta a gigantes financieros como BlackRock o Grayscale para acumular reservas masivas para respaldar sus productos de inversión. Estas instituciones no compran para sí, compran para dar acceso al activo a pensionistas y empresas tradicionales, como grandes custodios que concentran la oferta.
Los gobiernos como propietarios accidentales
Unas ballenas que muchas veces no vemos son los gobiernos nacionales. Mientras que algunos países lo han empezado a comprar como una estrategia económica, otros se han hecho multimillonarios en Bitcoin por error judicial. Unc aso curiosos es que el gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, tiene una de las mayores reservas mundiales, no por adquisición, sino por incautación a ciberdelincuentes y mercados negros de la deep web.
Estas acciones policiales han movido cientos de miles de piezas desde manos criminales a las bóvedas digitales del Departamento de Justicia. A veces el Estado subasta por lotes estos bienes, pero la mayor parte queda años en sus manos por los procesos judiciales.
Y esto se trata de un fenómeno mundial, ya que las autoridades de China, Reino Unido, Alemania también han manejado portafolios gigantescos de dinero que ha sido incautado.
Efecto de las monedas perdidas en la dispersión
Cuando se trata de ver quién tiene más Bitcoin, hay que tener en cuenta un factor que muy pocas veces pasa por la cabeza de los usuarios, y no es nada más y nada menos que la pérdida para siempre.
Se calcula que gran parte de la oferta total, hablamos de alrededor del 15% se ha perdido para siempre en discos duros averiados, contraseñas perdidas o fallecimientos sin testamento digital. Estas “ballenas fantasma” tienen direcciones con enormes saldos que técnicamente existen en la red, pero que nunca volverán a moverse.
Y esto hace que la escasez efectiva del activo sea mucho mayor que su límite teórico de 21 millones. Cada vez que alguien pierde sus claves privadas, esas monedas se convierten en una donación para el resto de la red, pues disminuye la oferta y aumenta la escasez de las monedas restantes. Así que la lista de los mayores tenedores siempre tendrá asterisco: muchas de esas direcciones millonarias son, en realidad, cajas fuertes selladas en las profundidades del océano digital.

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