Elegir un perfume para una mujer es, en realidad, un ejercicio de observación íntima. Mucho más que un regalo, una fragancia es una extensión invisible de quien la lleva, un gesto que acompaña la forma en la que una mujer entra en una habitación, se mueve por la ciudad o se relaciona con el mundo. Por eso, acertar requiere mirar más allá del frasco: implica comprender su personalidad, su energía y hasta sus hábitos cotidianos.

Las notas de un perfume —las cítricas, las florales, las afrutadas, las amaderadas o las especiadas— hablan un lenguaje casi emocional. Las frescas y ligeras suelen acompañar a mujeres dinámicas y espontáneas; las florales suaves se mezclan bien con personalidades románticas o serenas; los matices cálidos o especiados tienden a resonar con mujeres más intensas o de

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