Los titulares globales anunciaban un tsunami que arrasaría el mohoso sistema patriarcal: Japón contaba al fin con una primera ministra . A Sanae Takaichi le bastaron unos días para desmentirlos. Eligió a dos mujeres para los 19 puestos de su Gabinete a pesar de haber anunciado durante las primarias una proporción "nórdica". Ya había alertado el feminismo de que Takaichi ha roto el techo de cristal pero no es necesariamente una buena noticia para las japonesas. Si la eligieron sus colegas del Partido Liberal Democrático (PLD), la formación hegemónica casi sin pausa desde la Segunda Guerra Mundial, no fue para dinamitar las estructuras, sino para apuntalarlas en medio de la tormenta económica y geopolítica.
Un vistazo a las filas de su partido la aligera de culpa: tampoco había mucho

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