Es de público conocimiento que Gibraltar es un territorio británico de ultramar situado en una pequeña península del extremo meridional de la península ibérica. Este hace frontera terrestre con España, que reclama su soberanía . Sin embargo, lo que muchos no saben, es que Gibraltar tiene una especie de gemelo en el país.
Para conocerlo hay que trasladarse a la costa norte, en la zona del Cantábrico oriental. Se trata de un municipio que carga con este paralelismo y está encajado en un espacio geográfico donde la roca, el mar y la bahía marcaron decisiones de ingeniería militar durante generaciones .
¿Cuál es el otro Gibraltar de España y que está rodeado del Mar Cantábrico?
En la costa oriental de Cantabria se ubica Santoña , una villa marinera a solo 48 kilómetros de Santander . Su emplazamiento es único: rodeada casi por completo por el mar Cantábrico, limita con la playa de Berria al norte, las marismas al oeste y el monte Buciero al este.
Su forma geográfica, unida a la presencia de colinas y fortificaciones, le ha dado el aspecto de una península fortificada, una especie de “isla continental” y que tranquilamente podría ser comparada con Gibraltar.
El municipio pertenece a la comarca de Trasmiera y se asienta sobre la bahía de Santoña, donde confluyen naturaleza y actividad humana.
Las marismas que lo rodean, junto con las de Victoria y Joyel, forman una reserva natural de gran valor ecológico. En este entorno, el Cantábrico no es solo paisaje: ha sido frontera, sustento y defensa durante siglos.
Santoña, un punto clave para dominar el Cantábrico
Desde la Edad Media, la posición de Santoña fue considerada estratégica para el control marítimo . Sus puertos pesquero y militar servían tanto a la defensa como al comercio. La historia registra numerosos enfrentamientos en esta costa del Cantábrico, donde las incursiones francesas dejaron una huella profunda.
En 1639 , tras la declaración de guerra de Francia a España , la Armada francesa, dirigida por Henri d’Escombleau de Sourdis, atacó la zona oriental cántabra. Las tropas españolas, escasas y mal equipadas, resistieron como pudieron.
A raíz de este episodio, se reforzaron las defensas de la bahía con la construcción de los fuertes de San Martín y San Carlos en 1689. Estas fortificaciones garantizaban el control de la entrada al puerto, pero el flanco norte (la playa de Berria) permanecía vulnerable.
A comienzos del siglo XVIII, en 1719 , los franceses regresaron por la costa y arrasaron las defensas del norte. Llegaron al puerto y prendieron fuego a los navíos y astilleros . Aquellos ataques confirmaron la necesidad de una línea defensiva más sólida para proteger el Cantábrico.
Cuando Napoleón soñó con su “Gibraltar del norte”
El siglo XIX trajo consigo un nuevo episodio bélico. En plena Guerra de la Independencia , las tropas napoleónicas ocuparon Santoña y comenzaron la construcción de un sistema defensivo inspirado en el modelo británico del sur de España . Su intención era crear un enclave fortificado que controlara el Cantábrico y sirviera de refugio a la flota francesa frente a la Royal Navy.
De esa época datan los fuertes del Mazo y del Imperial o Napoleón, concebidos como parte de una red defensiva unificada. Estos bastiones, junto con los anteriores de San Martín y San Carlos, formaban una línea de vigilancia costera capaz de proteger la bahía y sus accesos.
La idea de Napoleón era convertir Santoña en una “pequeña Gibraltar del norte” , un punto de control del Atlántico y del Cantábrico bajo dominio imperial.
Sin embargo, el proyecto nunca se completó. En 1814, con la retirada de las tropas francesas, la villa volvió al control español. Aun así, el apelativo de “Gibraltar del Cantábrico” quedó grabado en la memoria colectiva, reflejando tanto su importancia militar como su peculiar ubicación geográfica.
Más historias interesantes de Santoña
Santoña no solo fue escenario de batallas. Su historia también está ligada a la navegación y la cartografía. En esta villa nació Juan de la Cosa, marino y cartógrafo que acompañó a Cristóbal Colón en su primer viaje a América y elaboró el primer mapa del mundo que incluye el continente americano.
A su vez, el pasado religioso y civil del municipio también dejó huella . La iglesia de Santa María del Puerto , del siglo XIII, fue declarada monumento histórico en 1931. Entre sus muros se conserva una pila bautismal del siglo IX y un retablo neogótico de gran valor artístico.
También destacan los palacios del marqués de Chiloeches y de los duques de Santoña , testimonio del esplendor local entre los siglos XVII y XVIII.
En el terreno militar, los restos de los fuertes napoleónicos se integran hoy en la vida cotidiana de la villa. El Fuerte de Napoleón (actual penal de El Dueso) o el de San Martín, convertido en museo, permiten recorrer la historia bélica del Cantábrico desde una perspectiva única.
Lo que hay que saber para visitar Santoya, un paisaje marcado por el Mar Cantábrico
El entorno natural de Santoña combina mar, montaña y marisma . El Monte Buciero , que se alza sobre la bahía, ofrece vistas privilegiadas del Cantábrico y conserva rutas que conectan con antiguos puestos defensivos y con el Faro del Caballo , uno de los rincones más conocidos de la costa cántabra.
El Parque Natural de las Marismas de Santoña , Victoria y Joyel constituye uno de los humedales más importantes del norte peninsular, refugio de aves migratorias y ejemplo de la riqueza ecológica del Cantábrico. Este equilibrio entre patrimonio natural e histórico convierte a la villa en un enclave singular.
Hoy, Santoña mantiene una activa industria pesquera y conservera, especialmente dedicada a las anchoas, un producto que ha dado fama a toda la región. Su puerto, sus fortificaciones y su paisaje hacen visible una relación constante con el mar que la rodea.

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