Por Roberto López Méndez
Muchos se preguntan por qué en los cambios de gobierno los funcionarios entrantes, al conocer los robos cometidos por los que salen, no ponen las denuncias correspondientes o, si las ponen, luego las meten a la congeladora, lo que las deja sin efecto y perpetúa la impunidad.
Esta práctica, enraizada en Yucatán desde hace varios sexenios, ha contribuido a volver más cínica y más impune a la mafia del poder que ha padecido nuestro estado, pues quienes debieran revisar las cuentas y, al encontrar manejos ilegales, proceder contra los autores con todo el peso de la ley, como saben que ellos mismos son iguales, previsoramente optan por seguir la popular conseja neoliberal: “El respeto a la corrupción ajena es la paz”.
De tal modo resulta que, en vez de estar en la

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