Desde el anuncio de un nuevo brote de peste porcina africana (PPA) en Cataluña la semana pasada, la sociedad notifica, de nuevo, una creciente presencia de estos animales en la comunidad. Pero no ha hecho falta la llegada de la enfermedad para darse cuenta de su inusual presencia, pues las visitas de los porcos bravos a los núcleos urbanos gallegos evidencian, entre otras cosas, un aumento de su población.

Por muy gracioso que pueda parecer toparse con un jabalí tan campante a escasos metros de una vivienda —sobre todo para quien móvil en mano intenta inmortalizar el momento—, saltando entre las aceras de Monforte cuando el sol ya no los delata, paseando en familia por las playas de Panxón, asomándose noche tras noche al paseo marítimo de A Coruña, dándose un chapuzón en O Grove, cruzando

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