Un año ha transcurrido desde la caída del régimen de los Asad en Siria y la huida de Bachar al-Asad tras 13 años de guerra civil. Durante este tiempo, el país y su nuevo presidente interino, Ahmed al-Shara, han experimentado una notable evolución. Siria ha vuelto a la escena internacional, mientras que Al-Shara ha pasado de ser un líder yihadista a ser reconocido globalmente como presidente interino, incluso siendo recibido por Donald Trump en un encuentro histórico en la Casa Blanca.

Según expertos, Al-Shara ha demostrado un enfoque pragmático. "Al-Shara tiene tres grandes prioridades: la reconstrucción y la estabilidad del país, así como la normalización de relaciones internacionales", explica Jordi Quero, profesor de Relaciones Internacionales de la Universitat Pompeu Fabra. En el ámbito internacional, hay un interés creciente en que Siria logre estabilidad y que la transición política no se desvíe. Samuele Carlos Abrami, investigador principal del CIDOB, señala que "Siria no puede reconstruirse sola; necesita encontrar un equilibrio en términos de recursos".

La posición geográfica de Siria es crucial. El país ocupa un lugar central en Oriente Medio, y lo que suceda allí puede influir en toda la región, como se evidenció durante la crisis de refugiados de 2015. Hafez al-Asad, quien gobernó con mano de hierro entre 1971 y 2000, entendió la importancia de mantener un equilibrio interno y externo para conservar su poder. Su hijo, Bachar al-Asad, heredó un contexto internacional diferente, lo que lo llevó a buscar alianzas con Rusia e Irán tras ser aislado por la comunidad internacional.

Ahmed al-Shara, quien fue líder yihadista y uno de los fundadores del Frente Al Nusra, ha moderado su postura desde que asumió el liderazgo en la provincia de Idlib. Este cambio ha sido reconocido por embajadores europeos y por Trump. Samuele Abrami destaca que el entorno internacional actual es muy distinto al de Bachar al-Asad, con una creciente incertidumbre debido a la guerra en Gaza y las políticas cambiantes de Turquía y los países del Golfo.

Marta Tawil, investigadora del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, resume los objetivos de Al-Shara en tres puntos. Primero, busca diferenciarse del régimen autoritario de los Asad, planteando una nueva identidad nacional y relaciones exteriores. Segundo, representa a una nueva generación que no ha vivido las experiencias de sus padres. Y tercero, la reconstrucción económica es esencial para establecer su poder y legitimidad.

El Banco Mundial estima que la reconstrucción de Siria costará más de 215.000 millones de dólares, una cifra que supera diez veces el PIB proyectado para 2024. "La prioridad absoluta para él es reconstruir el país", afirma Jordi Quero. Al-Shara es consciente de que necesita relaciones de cooperación con otros países, especialmente del Golfo, Europa y Estados Unidos, para financiar esta reconstrucción.

El 10 de noviembre, Al-Shara tuvo una histórica entrevista con Donald Trump, marcando la primera vez que un jefe de Estado sirio visitaba la Casa Blanca. Uno de los resultados de este encuentro fue la suspensión parcial de las sanciones más severas impuestas a Siria. Se espera que ambos líderes también discutieran temas como la relación con Israel y el interés de Estados Unidos en establecer una base militar en Damasco.

Marta Tawil considera que este acercamiento de EE.UU. es fundamental y que Al-Shara ha transformado su imagen al mostrar flexibilidad hacia el país norteamericano. Samuele Abrami también ve este encuentro como un punto de inflexión en las relaciones internacionales de Siria, donde la dinámica de poder podría cambiar, afectando a aliados como Rusia e Irán. Al-Shara no ha roto completamente con Rusia, lo que podría permitir un equilibrio de fuerzas en la región, con la posibilidad de que Damasco acepte la presencia de múltiples actores internacionales en su territorio.