En el Siglo XIX la dili­gen­cia fue el prin­ci­pal medio de trans­porte de pasa­je­ros entre la Ciu­dad de México y Cuer­na­vaca, hasta que dejó de pres­tar sus ser­vi­cios en 1897 debido a la intro­duc­ción del ferro­ca­rril. Se lla­ma­ban dili­gen­cias debido a la rapi­dez con que hacían sus reco­rri­dos, com­pa­rado con los demás medios de trans­porte uti­li­za­dos cuando éste se imple­mentó. Era un vehí­culo tosco y fuerte, con una capa­ci­dad de entre 6 y 8 pasa­je­ros y alcan­zaba una velo­ci­dad máxima de 8.5 kiló­me­tros por hora. El viaje salía de San Anto­nio Abad en la ciu­dad de México a las 6 de la mañana y tar­daba más de 9 horas y media en lle­gar al cen­tro de la ciu­dad de la eterna pri­ma­vera, gene­ral­mente des­pués de las 3 de la tarde.

El viaje no era fácil debido a

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