Creo en los prodigios más que en los milagros pero para nada en las casualidades, así que si me preguntan por las opciones que tiene el Mallorca de terminar la primera vuelta de la liga con números que permitan vislumbrar una clasificación menos agobiante de cara al inminente año nuevo les diría que no las veo ni siquiera las intuyo.
El plato combinado, una especie de «variat» a lo bestia, servido a los comensales, llamemos les aficionados, contiene ingredientes nada apetecibles. Empezamos por la creciente indiferencia de la parroquia que advertíamos ya en el último partido disputado en Son Moix , la desconfianza entre los propios jugadores, enredados en discusiones internas incluso en pleno partido, la carencia de una columna vertebral, pasillo de seguridad la llamaba Luis Aragonés , que Jagoba Arrasate , sin más recursos que los justos para hacer un once, no ha logrado construir y se resume en un equipo al que le cuesta proponer pero tampoco defiende con la seguridad que exigen sus limitaciones creativas y ofensivas.
Sin más argumento que el calendario nominal, cerrar 2025 en casa con el Elche y en Mestalla empezando 2026 con el Girona en Palma y un viaje a Vallecas , da para especular desde el optimismo aun a costa de soslayar la realidad. No obstante el bajo nivel de prestaciones exhibidas por este equipo no admite ninguna quiniela a signo fijo favorable y no lo hace por la razón más sencilla: nadie, ni el propio técnico, es capaz de adivinar cómo batir a cada uno de estos rivales. Todos, incluso el catalán dos puntos por debajo, juegan mejor y con mayor intensidad que el Mallorca.
Me gustaría pensar que el mercado de invierno, en el qu e Ortells debería haber cerrado ya algún refuerzo de verdad, representa una oportunidad para reparar la pésima planificación de esta plantilla resquebrajada, pero las experiencias de enero más o menos recientes aconsejan recelo antes que esperanza.

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