Durante casi una semana, Andrea López Martínez sintió cómo las paredes de su propia casa se convertían en fronteras infranqueables. Atrapada por la avería del único ascensor accesible de su edificio y por la falta de respuesta de la empresa encargada del mantenimiento , esta joven de 29 años, vecina del barrio Ibarrekolanda de Bilbao , vio cómo su vida quedaba en pausa sin que nadie pareciera hacerse responsable.
La incidencia comenzó el domingo, cuando el ascensor de cota cero, el único accesible del edificio, dejó de funcionar. El lunes, Andrea regresaba de un viaje y no pudo acceder a su casa durante más de tres horas porque, según denuncia, la empresa “ni siquiera había registrado el aviso” que sus compañeras de piso dieron el domingo. “Ellas llamaron preocupadas y expli

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