La decisión del Senado de la República de nombrar a la licenciada Ernestina Godoy Ramos como Fiscal General de la República no sólo es acertada; es, sin exagerar, uno de los movimientos institucionales más importantes y prometedores de los últimos años.
En un país donde la justicia ha sido históricamente rehén de inercias, intereses y omisiones, la llegada de Godoy representa la posibilidad real de un viraje profesional, ético y humano en la forma de investigar y procurar justicia.
¿Por qué? La respuesta es sencilla: experiencia, integridad y vocación pública.
Godoy no es una funcionaria improvisada ni una figura de coyuntura; es una abogada formada en la UNAM con décadas de trabajo en defensa de víctimas, construcción legislativa y más recientemente, conducción exitosa de la Fiscalía d

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