Saltillo, Coah.- Si uno hubiera visto a Geroca con sus andares lentos y su cuerpo delgado caminar por el Centro Histórico para desayunar en alguna mesa del café Flor y Canela , pensaría que era un fantasma. Y de haberlo visto con sus manos largas y finas sostener un lápiz para definir siluetas y contar historias, tomando así densidad y cuerpo, seguramene no se pensaría que gestaba un mundo perverso, grotesco y divertido.

Uno en el que las personas son gordas y aman comer manzanas y sandías; en el que los gatos gigantes juegan con los autos que, poco a poco inundaron las calles que amó, como si fueran ratones, y a su vez los perros, también grandes, pero tristes y azules, solitarios, pueden acostarse en la Plaza de Armas, frente al Palacio de Gobierno para cerrarla con su pereza a

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