Morelia, Michoacán.– En el corazón de las fiestas guadalupanas —hoy conocidas entre los jóvenes como Cañafest— se mantiene viva una de las tradiciones más queridas de las ferias mexicanas: los futbolitos. Para miles de familias, su repique metálico es parte inseparable de diciembre. Pero detrás de cada mesa, detrás de cada partida de reflejos y carcajadas, también existe una historia: la de Zoilo Ramos Rodríguez, quien lleva cuarenta años construyendo un legado más grande que el mismo juego.
En México, los futbolitos tienen un origen que se remonta a mediados del siglo XX, cuando artesanos comenzaron a fabricar mesas de madera con jugadores de metal pintados a mano, inspirados en los futbolines europeos. Con el tiempo, las mesas mexicanas se volvieron más resistentes, más grandes y adapta

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