El Real Zaragoza saltó al encuentro como si ya lo tuviera todo hecho y no todo por hacer, con esa seguridad falsa y ficticia que producen las buenas rachas de victorias, tres en este caso, la última especialmente clara aunque fuera en superioridad, y que inconscientemente generan certezas que no lo son. En la previa, Rubén Sellés lo había advertido con una frase cargada de realismo extremo: “La realidad pura y dura es que seguimos últimos”.
Fue lo que el Málaga le recordó en el principio del partido al Real Zaragoza, que hizo acto de aparición sin hacerlo o llegando un segundo tarde a todos los sitios, sin la energía y la concentración debidas. El equipo perdió pronto zonas intermedias y le regaló espacios a su rival. Producto de todo ello, el Málaga fue ganando confianza e inclina

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