Malena Famá tenía apenas 17 años cuando la crisis del 2001 le cambió la vida para siempre. Su papá, empleado de Segba , perdió el trabajo y la indemnización quedó atrapada en el corralito . Lo que siguió no fue solo una caída económica, sino un derrumbe emocional. “Era un señor gigante, sólido y se volvió una persona triste”, recordó.
El hogar siguió teniendo comida en la mesa, pero la dignidad de su padre —su identidad como “el hombre que lleva el plato”— se quebró. La depresión lo consumió y, con el tiempo, murió sin haber recuperado empleo ni su red de vínculos sociales. En esos años, Malena aprendió algo para siempre: la pérdida del trabajo no solo vacía bolsillos, modifica vidas.
Ese impacto fue el motor de todo lo que vino después. Mientras su padre buscaba una salida,

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